Agujas con solera

Suele decirse que la diabetes implica orden. Te convierte no sólo en alguien que lleva una vida más sana (actividad física, alimentación), sino también más ordenada. Y aunque esto último no es tan bueno (hay 38.403.815 situaciones en las que odiamos ese orden necesario), en conjunto podríamos decir que la diabetes es una vida de procedimientos. Rutinas sistemáticas que se repiten día tras día tras día… hasta que la tecnología o la ciencia nos libre de ellas. Pero no todas esas rutinas las cumplimos con el mismo nivel de implicación o rigurosidad. Alguna es más «flexible» y no somos tan aplicados. ¿Cuál podríamos decir que es nuestra rutina en la que menos aplicados somos? Yo creo que mayoritariamente la de cambiar la aguja del aparato que usamos para hacer mediciones capilares. Dispositivo de punción le llaman algunas empresas del ramo. Pinchador otros, nombre este último usado más por los usuarios. Por encima del cambio de las otras agujas; las de la pluma de insulina que también se cambian con poca frecuencia, pero no tan poca como la del pinchador. Agujas con solera, podríamos decir. Con una maduración lenta fruto de mucho tiempo que consigue crear una aguja de punta roma, llena de bacterias y nada aconsejable desde ningún punto de vista.

R2-D2 con medidor de glucemia incorporado
A veces (si consigo convencerle) es R2 quien me hace los análisis de glucemia y lleva las agujas incorporadas.

Pinchador: una aguja, un uso

La literatura diabética (y las indicaciones del fabricante, que también cuentan) dice que debemos cambiar las agujas de esos dispositivos con cada uso. Todos hemos visto una conocida imagen al microscopio en la que se aprecian los daños en la aguja tras varios pinchazos. Es una aguja de insulina, pero sirve igualmente para los daños que puede sufrir una aguja perforadora de las que usan los pinchadores para sacar una gota de sangre para analizar. Esa imagen es muy esclarecedora. Ayuda a darse cuenta de cómo se deteriora incluso con pocos usos. Pero… aún así no la cambiamos. ¿Por qué? Creo que probablemente la pereza sea una de las más plausibles explicaciones para este asunto. Pero muy cerca también está el hecho de que este material no es algo que nos den asiduamente en nuestros centros de salud. Desconozco la norma y si es obligatorio que nos lo den, pero del mismo modo que tradicionalmente todos hemos experimentado en algún momento problemas para conseguir tiras reactivas, con más razón es lógico pensar que sería aún más complicado conseguir agujas. Otro motivo más puede ser que la comodidad por hacer menos tediosos los procesos de la diabetes pasa por reducir tiempos: no cambiar la aguja de la pluma… y tampoco la del pinchador. Es entendible cuando cada día tienes que hacer estos procedimientos unas cuantas veces. Y cambiar agujas cada vez no sólo aumenta el tiempo de estos incómodos y odiosos procesos, sino que también obliga a llevar aún más material con nosotros, algo que yo por ejemplo odio. La indicación del fabricante dice bien claro que las agujas son de un solo uso. Pero dudo que haya alguien en todo el mundo con diabetes tipo 1 que aplique al pie de la letra esta recomendación cada día. Si lo hay, me gustaría conocerle y estrecharle la mano. De hecho, se merecería un premio. Porque si cambia la aguja cada uso también es probable que sea igual de formal para el resto de procedimientos de la diabetes. Y eso merece un premio. Debería premiarle el Ministerio de Sanidad con el galardón al paciente más formal. Aunque pensándolo bien, al sistema público no creo que le guste un paciente que provoque tanto gasto (modo ironía on). En esta línea, -y aquí la ironía ya se ha acabado- sé de educadoras o personal sanitario que han recomendado reutilizar las agujas. Eso no me gusta mucho, pero claro… ¿quién puede protestar por esa política del centro de salud cuando saben que en muchos casos, nos «gusta» reutilizar material por vagancia o rapidez en el día a día?

¿Cada cuánto la cambias?

Una vez aceptado que esta aguja del pinchador no la cambiamos con mucha frecuencia, ¿cada cuánto la cambiamos entonces? La respuesta más frecuente es sencilla: cuando nos acordamos. Así de claro. Mi caja de agujas guardada en el cajoncito de la diabetes creo que caducó hace tiempo. Un buen día, cuando te vas a hacer una glucemia capilar, de repente te das cuenta: «debería cambiar esta aguja», dices. A veces no haces caso a esa recomendación porque sencillamente no tienes tiempo o no te apetece. Y otras mientras escuchas esa voz en tu cabeza, te pones a pensar rápidamente en la lista de la compra para que ese pensamiento desaparezca. Pero a veces, muy de vez en cuando, quizá porque ese día estás tranquilo o porque no tienes nada que hacer, o porque hoy es hoy como los bombones, ese día decides hacer caso a ese pensamiento fugaz que te ha venido. Y dices «es cierto. Debería cambiarla». Y vas al cajoncito de la diabetes a por una de esas agujas caducadas. Y de camino, siempre suele venirte a la cabeza el mismo pensamiento: ¿y cuándo la cambié por última vez?

Yo creo que la mía se cambió por última vez cuando, presa de la emoción, España acababa de ganar el Mundial de Fútbol (nota del autor: hipérbole literaria. Ha sido aproximadamente hace 3 semanas). Pero la verdad es que no la cambio mucho. Por las mismas razones que todos. Y muy de vez en cuando te acuerdas: en eventos importantes… el nacimiento de un sobrino… la devolución de IRPF de Hacienda… acontecimientos deportivos extraordinarios… la licenciatura de la universidad… la boda de un familiar… funerales de alguien allegado… un cambio de casa… que has ganado un premio en la Primitiva (de esos de última categoría con 6 o 7 euritos)… o también cuando sales del médico. Esta última opción sucede porque sales implicado y concienciado. Y al llegar a casa piensas «bueno, la cosa va bien (o mal). Hay que seguir así (o mejorar)». Y sea cual sea el caso (mal o buen control), decides cambiar la aguja en un acto heroico que te roba un minuto y medio de tu vida en algo a tu juicio absurdo y prescindible. Y es que dedicar tiempo a estas operaciones de la diabetes lo consideramos generalmente algo odioso y nos da mucha rabia. Una pérdida de tiempo que el resto del mundo no tiene, y que pueden dedicar a cosas más guays, como beber una cerveza, sentarse en una silla mirando al infinito, rascarse la espalda o ponerse el abrigo y salir de casa un minuto antes que tú.

Pinchadores de glucemia capilar
Probablemente, el accesorio al que menos atención prestamos.

La diabetes son procedimientos. Siempre digo que una persona obsesiva se puede sentir medianamente confortable en la vida de alguien con diabetes. Llena de orden, rutinas, sistemáticas… una y otra vez. Todos los santos días. Previendo acontecimientos. Calculando comidas. Analizando muchas cosas. A veces es agotador. Y como pequeño acto de rebeldía, nos permitimos algo que no afecta a nuestra diabetes directamente: y es no cambiar las puñeteras agujas del pinchador. Yo ni siquiera he cambiado ahora la mía a pesar de estar hablando de ello aquí y ahora en el blog. Probablemente estoy esperando hacerlo ante un acontecimiento más importante, como empezar a salir con Charlize Theron, ganar el Premio Princesa de Asturias, tener un traje de stormtrooper… no sé, cosas así. Difíciles, pero oye, nunca se sabe. Y de ocurrir, que suceda la primera a poder ser. Y tú ¿cuándo ha sido la última vez que cambiaste tu aguja del pinchador?