La causa de la diabetes

la causa de la diabetes
Imagen: Jason Freeny

Hay un artista neoyoequino llamado Jason Freeney, cuya obra consiste en «desnudar» juguetes o personajes conocidos del comic, mostrándonos su interior como si fueran humanos. Resulta muy curioso ver por ejemplo a un LEGO como el de la foto y observar que no son frías figuritas de plástico inyectado, sino pequeños humanoides con su corazoncito (nunca mejor dicho), y probablemente incluso con sus pequeños sentimientos. Mini tripas, mini intestino, mini órganos… como si fuera una persona de carne y hueso. Hay mucho de metáfora en este trabajo, «humanizando» a personajes de juguete con los que tantas historias hemos vivido. Y algo parecido hago yo con mi cuerpo. A veces me imagino mi cuerpo por dentro y al estilo de Jason Freeney, «humanizo» cada parte del mismo dotándolo de vida propia. Imagino historias. Y me gusta imaginar cómo se comunica entre sus distintas partes; cómo entabla «conversaciones» para hacer esto o mover aquello otro. E imagino con frecuencia la causa de la diabetes. Imagino mi cuerpo como un pequeño pueblo en el que todos se conocen y se llevan bien. Charlan entre ellos, se ayudan y son una comunidad próspera.  Imagino a mi cerebro como el alcalde del pueblo, que ordena y manda, y al que todos obedecen. E imagino a mi páncreas como un taller de ese pueblo en el que unos honrados trabajadores día tras día producen piezas y maquinaria para el pueblo. Pero un día, un coche de la policía municipal para en la puerta y varios agentes uniformados llamados linfocitos T, dan una paliza a algunos de los trabajadores del taller en su puesto de trabajo, destrozándoles toda la producción. Al día siguiente lo mismo, y al siguiente igual, hasta que les dejan a ellos inválidos e inservible su taller. Uno de los trabajadores agredidos que actuaba de capataz del grupo, de nombre Langerhans, que conoce a los jóvenes agentes desde que eran unos chiquillos correteando por el pueblo, les pregunta con un conciso: «¿Por qué?» y ellos responden de modo lacónico: «porque no eres de los nuestros».

[Tweet «Tú no eres de los nuestros», le dijo un día el linfocito T a una célula beta»]

Quizá todo comenzó así un mal día en el interior de mi cuerpo hace 28 años. Quizá esta es la causa de la diabetes. Que el alcalde ordenó al jefe de policía (médula ósea) que enviara una unidad de agentes (linfocitos T) a aquel taller (páncreas) porque pensaba que algunos de sus trabajadores eran forasteros ilegales que no pertenecían a la comunidad. Y desde entonces, cada vez que alguna célula pasa junto a aquel taller y ve a los trabajadores repudiados, se escucha un despectivo «no sois de los nuestros». Los islotes de Langerhans, apenados, agachan la cabeza y se esconden un poco más adentro de ese poco conocido, oscuro, ácido y hostil órgano llamado páncreas. 28 años después, siguen avergonzados sin saber porque aquel aciago día, el alcalde se equivocó y pensó que eran trabajadores ilegales y no pertenecían a la comunidad.

Quizá todo comenzó así y nuestro cuerpo es como ese pueblo. ¿Alguien será capaz de decirle al alcalde que esos trabajadores del taller nacieron y vivieron en la comunidad? Yo lo sigo esperando…