Escasa implantación de bombas de insulina

¿Qué pasa en España con la ISCI?

4%. Esa es la cifra. Indica la tasa de implantación de bombas de infusión continua de insulina en España (ISCI en su acrónimo más técnico: infusión subcutánea continua de insulina). En la cola de Europa. Y dentro de nuestro país, hay comunidades que destacan por arriba como Extremadura, que supera en más del doble la media española, y comunidades que destacan por abajo, como la mía; Euskadi, con un ridículo y absolutamente incomprensible 1,5%. La bomba de insulina es un dispositivo útil, probadamente eficaz y seguro. Pero también tiene otras características: es caro para el sistema sanitario, no es adecuado para todos y exige mucho, tanto del profesional que la coloca como del paciente que la recibe.

No todas las bombas de insulina están disponibles en todos los países
Imagen: Insulet Corporation

Bombas de insulina: los implicados

Cada vez que tengo acceso a algún documento en el que se habla de este tema, me hago las mismas preguntas sin respuesta. No pido ser Noruega, con un inalcanzable 45%, pero ¿por qué España destaca por esta exigua tasa de implantación de bombas de insulina? ¿Cuáles son los motivos? ¿Quién está implicado en esta situación? Evidentemente, las causas hay que buscarlas en todos los agentes implicados, y no podemos dejarnos llevar por la inercia y culpar a nuestro sistema sanitario con excusas presupuestarias y manidos argumentos de crisis. No digo que no los haya, pero hay más variables (el orden que he elegido yo aquí abajo es totalmente aleatorio y no refleja importancia).

[Tweet «¿Por qué se ponen tan pocas bombas de #insulina en España? #diabetESP «]

1. Endocrino

La bomba de insulina es un dispositivo muy complejo que va mucho más allá de dar al paciente una receta para una simple pluma de insulina acompañada de un sencillo algoritmo de dosis y correcciones. Son aparatos que requieren de una preparación específica del endocrino que las prescribe: debe conocerlas a fondo, debe conocer sus particularidades, debe saber sus posibilidades, debe estar al tanto de sus necesidades y de sus posibles problemas. Y debe saber que colocar una bomba de insulina requiere de un adiestramiento al paciente y una fase de pruebas, ajustes y mediciones para establecer la pauta basal que servirá de base al tratamiento de esa bomba. Puede parecer una bobada, pero no todos los endocrinos lo dominan hasta el punto de verse en condiciones de ponérselas a pacientes. La bomba de insulina a veces asusta al endocrino. Del mismo modo que la insulinización asusta a no pocos profesionales de Atención Primaria con los tipo 2 porque no se ven capaces de gestionarlo. Tenemos un importante colectivo de endocrinos que no está preparado o formado para ello. La inercia terapéutica existe y es un monstruo peligroso, sobre todo para el paciente. No es aceptable. Por otro lado, también es justo reconocer que tenemos un escaso número de endocrinos, probablemente insuficiente para atender a todas las personas con diabetes de nuestro país.

Y por otro lado, hay un colectivo de pacientes que está en su derecho de poder recibirlas si cumplen las condiciones adecuadas para ello. Esto es una importante incongruencia que se puede solventar o minimizar con la formación adecuada. O quizá redirigiendo en cada territorio a otros profesionales preparados los casos en los que una bomba de insulina sea necesaria. Pero mantener a un paciente candidato sin ella porque el médico no la conoce o no se atreve a ponerla es algo simplemente inaceptable.

2. Personal de enfermería

Al margen del eterno problema de su escaso número -como sucede con los endocrinos-, las educadoras en diabetes (lo pongo en femenino porque son abrumadoramente mujeres) son otra pieza clave en la escasa implantación de estos dispositivos. Como se decía antes con los endocrinos, la bomba de insulina requiere de una fase previa de ajustes y obtención y creación de un perfil basal del paciente. Posteriormente, una instrucción del dispositivo y sus posibilidades. Una preparación (o repaso, según el caso) del procedimiento del conteo de raciones de hidratos de carbono (base de la programación de las bombas de insulina). Y un mantenimiento permanente de ese paciente ante todos y cada uno de los problemas que le puedan ir surgiendo con el nuevo sistema. Del mismo modo que no todos los endocrinos están adiestrados o las conocen bien, tampoco todas las educadoras en diabetes están capacitadas para ello. En otras ocasiones, no se dispone de recursos humanos suficientes para cubrir esa necesidad. La atención a pacientes con bombas de insulina suele requerir además, un tiempo de atención sensiblemente mayor que el de un paciente con terapia multidosis. Soluciones como concentrar a los «bomberos» un día a la semana es una de las distintas posibilidades que se llevan a cabo a veces para intentar mantener la calidad del servicio. Falta de preparación y personal escaso. Aquí pueden ser dos los problemas.

3. Gestores sanitarios

Es evidente que vivimos en una etapa de austeridad. El cinturón lo hemos apretado tanto que se nos acabaron los agujeros y hemos tenido que hacer un par más. Y fruto de esa situación, hay casos en los que se ha visto resentida la calidad del sistema, como puede ser a la hora de poner bombas de insulina a pacientes. No me refiero a prescribir porque puede darse el caso de que un endocrino lo considere adecuado, pero su solicitud de autorización no se vea consumada en los niveles superiores del sistema por ese cinturón que aprieta y ahoga. Desconozco si hay casos así y cuántos son, pero es una variable más que todos coincidimos que es más que posible y debe aparecer en este listado. Y nuevamente, desigualdades entre españoles, algo que siempre me enerva especialmente: que en un hospital un paciente tenga fácil acceso a bomba de insulina y en otro centro no sólo no haya personal preparado sino tampoco presupuesto para ello, es una injusticia del tamaño de la Catedral de Burgos. Lo he dicho siempre y lo seguiré repitiendo. Las competencias autonómicas en salud han provocado grandísimas desigualdades, injustas e ininteligibles.

4. Paciente

Evidentemente, otra de las patas de la mesa. A veces olvidamos que el paciente cuenta, y decide. Hay pacientes que no quieren saber nada de las bombas de insulina. ¿Por qué? en muchos casos, por puro desconocimiento. Sus escasas ideas preconcebidas de estos dispositivos configuran una imagen negativa. Formar a los pacientes en esta alternativa terapéutica me parece básico. Deben saber que existen. Deben conocer qué son y qué hacen. Deben saber sus ventajas… y sus inconvenientes. Disponer en definitiva de toda la información posible para decidir con sensatez. Pero al margen de esa formación del paciente, también está la famosa calidad de vida. «Yo soy yo y mis circunstancias». La famosa frase de Ortega y Gasset puede aplicarse a todos los pacientes. Cada uno tiene su estilo de vida, su ritmo de vida, su nivel de actividad, sus condiciones particulares. Y todo eso conforma UNA diabetes; la suya. No todos pueden encontrar ventajas en una bomba de insulina. Por motivos laborales, de estilo de vida… o simplemente estéticos. ¿Cuántos pacientes rechazan esta terapia? ¿Es significativo su número o es el chocolate del loro? Me encantaría saberlo. En cualquier caso, es interesante que desde la industria se escuche al paciente: saber qué quiere, cómo lo quiere. Si las bombas de insulina tienen ciertas connotaciones negativas hay que saber porqué. Puede ser que sea algo solventable si escuchamos lo que quiere el paciente.

No todos los modelos de bombas de insulina están disponibles en España
Imagen: Tandem Diabetes Care

¿Cómo cambiar esta situación?

Y ahora la pregunta es ¿cómo podemos cambiar esta situación? ¿Falta presión del sector médico sobre sus gestores? ¿Falta presión del colectivo de pacientes sobre el sistema sanitario? ¿Falta una presión conjunta de sector médico y pacientes hacia la Administración Sanitaria? ¿Faltan recursos económicos para tener accesibilidad universal a estos dispositivos en todas partes? ¿Falta formación sistemática para todo el personal médico y de enfermería? ¿Quizá popularizar la idea de centros específicos de diabetes con personal adecuado para gestionar algunas de las necesidades específicas (formación en ISCI, educación…) que plantea la enfermedad? Creo que todos deberíamos trabajar en la misma línea, porque la culpa es un poco de todos.

Hoy día asistimos ya a una nueva generación de bombas de insulina más sofisticadas, con más posibilidades de ajuste en la terapia de insulina. Algunas conectadas a sensores de medición continua (Animas Vibe o MiniMed 640G). Incluso con gestión inteligente de las hipoglucemias (MiniMed 640G). Y empieza a haber estudios que avalan estas nuevas tecnologías de sistemas integrados. Los españoles -en cuestiones de diabetes- no somos diferentes de los noruegos o los suecos. No es natural mantener ese 4% de tasa de implantación de bombas de insulina. No hay razón alguna para ello. Y sólo hay una consecuencia: que muchas personas con diabetes las necesitan y no las tienen. Esa es la realidad. Y es inaceptable.

¿Qué opinas sobre la implantación de las bombas de insulina en España? ¿Te has encontrado algún problema en tu hospital o centro de salud respecto a las bombas de insulina? ¿Crees que los motivos aquí expuestos son ciertos o tienes otra opinión al respecto? Déjame tu comentario.

Imagen destacada: Tandem Diabetes Care.