El Proceso

Hay un par de cosas que tengo grabadas a fuego de cuando empecé con esta historia de la diabetes. Una de ellas es aquella desafortunada frase de “esto en diez o quince años está solucionado”. Hace muchos años que descubrí -no sin cierto desencanto- que se trataba de una previsión errónea y optimista del endocrino. Y la otra es “puedes hacer una vida normal”. Esta última sentencia siempre me ha parecido un auténtico chiste. Desde el momento que una persona vive previendo y calculando cada uno de los pasos que da, contando lo que come, pasando continuas hipoglucemias… no podemos hablar de normalidad. ¿Vida alterada, pero llevadera? Quizá. Pero nunca vida normal. Y uno de los momentos en los que más se nota que no llevas una vida estándar es evidentemente, en las comidas. Y concretamente en los previos, en un ritual sistemático y repetido que yo denomino “El Proceso”.

El proceso de la diabetes
Imagen: jp26jp (PIxabay)

El Proceso no se trata de una película de juicios protagonizada por Gene Hackman en la que un brillante abogado joven consigue sacar de sus casillas a todo un experimentado y prestigioso bufete de la ciudad. El Proceso tampoco trata sobre la inmortal novela de Kafka o la película del mismo nombre de Orson Welles. Se trata sencillamente, de la operativa que -sin falta- acontece en cada comida y que me diferencia totalmente del resto de comensales que vayan a tener el privilegio de compartir mantel con todo un sibarita como yo.

DIABETES; LA VIDA ORGANIZADA. Una persona con diabetes debe ser, en definitiva, alguien organizado y sistemático. Que prevé sus movimientos, que los calcula, que se adelanta al futuro. Todo un visionario, en el sentido más estricto del término. Prever tus acciones es la mejor manera de intentar (porque no es seguro que lo consigas) pasar un día sin sorpresas, sin gráficas que parezcan el Tourmalet, sin dejar que aparezca una situación que te limite o te condicione. Y todo eso pasa por mantener una glucemia estable y sin grandes oscilaciones, dentro de un rango de seguridad que nos permita realizar actividades cotidianas con seguridad.

El proceso

Uno de los momentos más notoriamente diferentes entre alguien con diabetes y alguien “normal” es sin duda, el momento previo a la comida. En esos momentos se necesita tiempo; unos minutos más que el resto de comensales. Porque todos los pasos que requiere El Proceso deben cumplirse sin falta y además de manera exacta. No puede haber lugar a la duda, al error, al despiste. Siempre digo que uno de los momentos del día en los que debes abstraerte del mundo es el de ponerse la insulina. Una situación potencialmente peligrosa que requiere la máxima concentración. Pero antes que eso, tú comienzas con la fase de recogida de información:

Fase I: recogida de información

—¿Qué hay de comer?—preguntas ansioso a tu mujer nada más llegar a la mesa.

—Lentejas —contesta ella con la desidia de quien toooodos los días pregunta lo mismo una y otra y otra vez con el mismo propósito.

Pero no te sirve con eso. Necesitas más. Mucho más:

—¿Hay segundo?

—Tienes una pechuga de pollo si te quedas con hambre —contesta ella aún con más desidia si cabe, esta vez sin girar siquiera la cabeza hacia mi.

Vale. Ya tienes unos cuantos datos para empezar. Sin saber aún el plato que te vas a servir, aparecen ante ti dos opciones. La primera es que tú calcules las raciones de las comida y luego te sirvas exactamente eso en tu plato. Y la segunda es que esperes a que te sirvan y luego calcules raciones en función de cómo de lleno esté el plato. Podría parecer una tontería, pero la segunda opción es obligada por ejemplo en casas ajenas, comidas de grupo o en restaurantes, donde no sabes cuánto (ni cuándo) te van a echar. Un cálculo arrebatado sin haber visto el plato puede conllevar una hipo o una hiperglucemia posterior. De ahí la enorme dificultad de calcular raciones e insulina en comidas desconocidas en lugares desconocidos.

Siguiente paso. El de mi sustento: el pan. Uno de mis alimentos favoritos y que sin él, difícilmente concibo la vida en este planeta anodino lleno de contradicciones como la de un bonito atardecer o la de programas incalificables como Gran Hermano VIP. Esto es fácil pero engorroso, como el resto. Debes coger una báscula, cortar todo el pan que vayas a comer y pesarlo. Sólo así sabrás con más o menos exactitud cuántos gramos de HC tiene.

A las personas con diabetes tipo I se nos podría llamar «los adelantados”, porque necesitamos conocer de antemano lo que vamos a comer y en qué cantidades de cara a calcular las raciones de HC y la insulina.

Así se nos podría llamar a las personas con diabetes (sobre todo tipo 1), porque no contentos con saber en qué consisten los platos y pesar el pan, debemos saber más; ir más allá, como Buzz Lightyear:

—Cariño, ¿qué hay de postre? ¿Quedan yogures?

Esta parte ya es opcional, y muchas veces la respuesta que se obtiene es un exabrupto, o directamente un “¿no tienes patas para mirar tú la nevera?”. Y aunque en el fondo tiene razón, el problema es que muchas veces esta pregunta se ha hecho en un momento muy delicado; cuando -por querer correr más- ya estás programando la bomba de insulina o el calculador de bolo del medidor. En ese momento de máxima concentración uno debe desconectar del mundo y pensar todo lo que ha ido contabilizando en esos momentos previos: “veamos… lentejas… 35… pan… 35… yogur… 8… onza de chocolate del postre… 3…”. Todo. Hasta el último detalle debe estar presente en nuestro cálculo. Cifras y cifras que se agolpan en nuestra cabeza y que evidencian ese perpetuo equilibrio numérico-empírico en el que nos movemos.

La diabetes significa equilibrio; cuadrar muchos factores que no siempre es posible equilibrar
La diabetes significa equilibrar muchos factores: a veces demasiados. Y no siempre es posible hacerlo (Imagen: Nuria Hernández Pintor)

Fase II: el cálculo

Ya tienes la cifra mágica. EL sumatorio. La cantidad en base a la cual el aparato (o tú mismo) calculará la dosis. Pero mientras la introduces en el calculador de bolo, en casa ya estás escuchando al niño decir desde hace varios minutos: “¿Qué hay de segundo?”. La verdad es que crea un poco de ansiedad saber que en la mesa algunos están ya terminando de comer cuando tú aún has empezado. Apresurado, pasas a medirte la glucemia para poder hacer un cálculo correcto. Pinchador… ¡clac!… gotita de sangre… tira reactiva… y ¡tiruri! el aparato pita y sentencia como un juez: 156. Vale. Toca reajustar. Metes los datos de comida en el aparato y te dice cuánto ponerte en base a esa comida y a la glucemia pre-prandial que tienes. ¡Estupendo! ¿Esto ya está? Pues no.

Fase III: el momento nirvana

Si en general todo este proceso exige estar concentrado para no liarla parda -como dijo aquella-, llegado el momento de ponerse la insulina es realmente cuando los errores no están permitidos bajo ningún concepto:

—¡Ponme Clan, papá!

—¡Yo no quiero ver Clan, es una mierda! ¡Pon Doraemon en Boing!

—¡Carlitos! Como te vuelva a oír decir eso, te cruzo la cara. ¡Termínate las lentejas o aquí va a haber más que palabras!

—¡No me gustan! Saben raro…

—¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!—dice también el perro, que cuantos más gritos hay en casa, más quiere hacerse notar.

—¡Pero ponles la puñetera televisión a los niños, Juan! ¿No oyes que te lo están pidiendo?

(Escena ficticia con familia ficticia en simulación realizada en entorno controlado. No intente Procure no hacer muchas veces esto en casa por su salud mental).

Y tú, con la mirada perdida y la pluma de insulina en alto, permaneces en unos interminables segundos en un bonito escorzo como un caballero templario sosteniendo el santo grial. Y no sabes si continuar con El Proceso o salir corriendo a la calle al grito de Jerónimo. Y oyes, pero no escuchas. Ves, pero no miras. Tan sólo cuando los gritos se convierten en un pequeño zumbido y las personas reclamándote alrededor pasan a estar difusas, es cuando estás preparado para ponerte la insulina. Giras la dosis, quitas el capuchón a la pluma, eliges una zona adecuada, vuelves a mirar la dosis, y por si acaso, cuentas los clic de la pluma mientras inocula la hormona en tu cuerpo. Momento de máxima concentración. De nirvana místico. Segundos después, termina la calma. Al momento, vuelves a escuchar los gritos y las voces. Una te pide aún que cambies de canal. Otra que apartes al perro de la mesa porque se está comiendo los pimientos de Padrón. Otra más blande con energía su espumadera mientras te recrimina no haberle puesto la comida al perro. Y tú, que ya has terminado tu proceso, te dispones feliz a comer mientras el resto ya está con yogures y fruta.

Así es El Proceso. Así es la diabetes. ¿Vida normal? rotundamente no. Dejémoslo en llevadera. Pero tu actitud siempre es importante de cara a que toda esta parafernalia de la diabetes sea siempre con un claro objetivo: mantener tu diabetes bajo control.