De la caja tonta al sistema inteligente
Comenzaré con una frase polémica para que los lectores (o algunos de ellos) se revuelvan en sus sillas: para mi las bombas de insulina siempre han sido una caja tonta. A día de hoy, es innegable que es el único sistema que permite un ajuste más fino y preciso, pero creo que muchas personas piensan que la bomba de insulina «sabe» hacer cosas, cuando en realidad no deja de ser un aparato pasivo al que hay que hacerle todo: programarle la pauta basal, modificarla cuando procede, definir la manera de aplicar los bolos, decidir cuándo ponerse insulina extra… y todo tras nuestra aceptación, programación y un OK final en su interface. En definitiva, todo lo que puede hacer pasa previamente por su dueño, o por la cabeza de su dueño, que es quien decide… hasta ahora. Porque hemos conocido ya un aparato que es semiautomático en ciertos momentos del día. Y marca un punto de inflexión en la evolución de las bombas de insulina. Pero independientemente de este avance, la bomba de insulina tiene la paradoja de ser un dispositivo bastante asumido ya entre las personas con diabetes, aunque sin un alto grado de conocimiento. Asumido, pero desconocido… e infrautilizado, a juzgar por los porcentajes de penetración, que en España están a la cola de Europa. Un asunto con culpables a ambos lados de la mesa, pero especialmente en el lado del sistema sanitario, que en pocas palabras, no prescribe algo para lo que o no tiene dinero, o no tiene personal preparado para ello, o no tiene ganas por inercia (si te interesa este debate, puedes leer esta entrada de mayo sobre la escasa implantación de las bombas de insulina).
Y en esta continua evolución de las bombas de insulina seguimos viendo pequeños (o grandes) pasos hacia eso que se llama de manera muy peliculera «páncreas artificial». Una denominación que nunca me ha gustado porque me suena a robótica, a cyborg, a androides mezcla de bioquímica humana con tecnología sintética. Una especie de General Grievous de Star Wars pero en versión diabética. Otra denominación que se utiliza es «bomba de asa cerrada», que aún me suena peor que la anterior. Pero al margen de los nombres, lo que llaman páncreas artificial sería ni más ni menos que emular el funcionamiento del metabolismo de la glucosa de manera artificial y sin intervención humana. Poder hacer lo que queramos cuando queramos sin tener que programar el aparato, ya que éste funcionaría de modo autónomo. Ese proceso, limitado en una persona con diabetes al no disponer de células beta productoras de insulina, intenta repetidamente ser emulado y es el horizonte al que todos quisieran llegar con sus desarrollos e investigaciones. Y ciertamente, cada vez avanzamos un poquito más. ¿Pero qué necesitamos para conseguirlo?
Bomba de «glucalina»
Tradicionalmente, las bombas infundían insulina para contrarrestar la ausencia de esta hormona en el cuerpo de la persona con diabetes. Pero en estos procesos metabólicos entra en juego otra hormona; el glucagón, que está empezando a ser protagonista en algunos desarrollos. Así que habrá que empezar a pensar en cambiar el nombre, ya que no serán «bombas de insulina», sino bombas de insulina y glucagón. ¿Cómo llamar a esta nueva generación de aparatos? En el titular de este párrafo la he llamado «glucalina» porque la otra contracción posible poniendo la insulina al principio y el glucágon al final suena tremendamente escatológica. Pero no nos desviemos del tema. En este tipo de dispositivos de doble hormona, coexisten la insulina, con una función hipoglucemiante, y su hormona de efecto contraria el glucagón, con efecto hiperglucemiante. Entre ambas supuestamente se conseguiría un mayor control y un funcionamiento más natural, controlable y similar al de una persona no diabética.

Uno de los desarrollos que se acaban de presentar en esta línea (bomba de insulina-glucagón) es iLET, que vemos en la foto superior y en la imagen destacada de este post. Con un nombre que recuerda demasiado a las creaciones del genial Steve Jobs, este aparato es capaz de administrar insulina o glucagón en función de los niveles de glucemia que mida un sensor de medición continua de glucosa al que va emparejado (concretamente un Dexcom). El sistema por tanto, se compone de una unidad de control con pantalla táctil además de la insulina y el glucagón, un sensor de medición continua y el catéter de infusión (desconozco si es doble). El Dr. Edward Damiano, a cargo de este proyecto, afirmó recientemente en el encuentro Children with Diabetes Friends for Life que actualmente se encuentra en la fase de miniaturización del dispositivo, intentando darle un aspecto comercialmente aceptable, pero afirmaba ser un desarrollo operativo y mostró su intención de comenzar en 2017 los ensayos clínicos previos a su solicitud a la FDA, que calculó podría ser a finales de 2018. Unos plazos que él mismo reconocía como ligeramente ambiciosos, pero también lo son otros desarrollos actualmente en proceso, como el seductor Pancreum, del que ya hablé en este blog hace casi un año.

Enlazando con lo que decía al principio del artículo, yo siempre he pensado que me podría poner una bomba de insulina sólo cuando empezaran a ser interesantes. Y todo lo que vamos viendo últimamente en este terreno lo es, al menos para mi. Creo que estos dispositivos están evolucionando y las previsiones son muy interesantes tanto a corto (con desarrollos que ya tienen su timing de comercialización, como Medtronic) como a medio plazo (con alternativas como la del Dr. Damiano con iLet)
¿Qué opinas tú sobre estos nuevos desarrollos? ¿Crees que está cercana una bomba de insulina inteligente y semiautomática con escasa intervención humana? Déjame tu comentario sobre hasta dónde crees que pueden llegar estos dispositivos y si podemos emular de manera autónoma un proceso endocrino tan complejo como el que tenemos alterado las personas con diabetes.
Fuente: DiaTribe
Imagen destacada: DiaTribe