Anécdotas de la diabetes III: ¿Qué hace ese tipo frotando el móvil contra su brazo?

Sin ninguna duda, el Freestyle Libre es un sistema práctico y tremendamente útil, como el resto de sistemas intersticiales del mercado. Pero hay algo en lo que no coincido con su publicidad; en que sea discreto. Considero que discreción es el hecho de que nadie sepa que tú tienes diabetes. Que nadie vea ningún proceso diferente al del resto del mundo. Que conocer tu glucosa sea algo simple y rápido. Pero resulta que cuando llegan los rigores invernales y uno debe abrigarse como si fuera al Polo Norte, la cosa ya no es tan fácil como en la publicidad. No hay manera de coincidir sensor y NFC del móvil para obtener una lectura. Y el procedimiento de obtener una glucemia se convierte en cualquier cosa menos discreta y rápida. Sin duda, debo de parecer un loco cuando compulsivamente empiezo a hacer pases con el teléfono por mi brazo una y otra vez y no consigo sacar una lectura, porque sencillamente no sé exactamente dónde demonios cae el sensor en mi brazo. Lo que parece una tontería al final no lo es tanto, ya que se necesita hacer coincidir con precisión y durante el tiempo necesario el sensor por un lado y el chip NFC del teléfono por el otro. Y ahora, con los teléfonos cada vez más grandes, es aún más difícil hacerlos coincidir. Y por supuesto tampoco es discreto, sobre todo cuando repites una y otra y otra vez porque no consigues coincidir. Y entonces todos empiezan a ver cómo hay un tipo en ese bar que no para de frotar de modo extraño y repetidamente el teléfono contra su brazo, como si quisiera limpiarlo, pero… ¡por el lado contrario a la pantalla! -lo cual es aún más extraño-, dando una imagen de loco cuyo comportamiento no tiene fácil explicación.

Hace algunas semanas fui a comer un menú del día a un restaurante en mi ciudad. Como todas las mesas estaban llenas, tuve que esperar de pie unos minutos frente al atril que hace de recepción para los comensales que llegan. A mi lado había un par de mesas, una de ellas ocupada por una única persona; un hombre de mediana edad. Para mi ahora el concepto de mediana edad es mucho más amplio que cuando era más joven, digamos que es un rango laxo que voy alterando según cumplo años y… ¡bueno basta! me estoy desviando del tema… Resulta que ese hombre de mediana edad, vestido con traje, me vio -probablemente por mera casualidad- cuando yo hice mi primer escaneo del Libre 2 allí de pie tras recibir la noticia de que debía esperar unos minutos para tener mesa libre. No recuerdo exactamente mi glucemia, pero como habitualmente, era buena; perfecta para comer. Al cabo de varios minutos, me miré otra vez. Había salido en bicicleta esa mañana y sabía que iría bajando. Efectivamente, era más baja. No sé si por casualidad o no, el hombre me volvió a mirar mientras yo me escaneaba. Pero recordemos que mis escaneos no son llegar y besar el santo. Como he dicho al principio, tardo unos eternos segundos en conseguir cuadrar el sensor con el chip NFC del teléfono y obtener lectura. Así que probablemente esta segunda vez que me miró el hombre fue porque le llamó la atención que me frotara el teléfono contra mi brazo una y otra vez como un gato en celo contra la pierna de su dueño. Varios minutos más y yo me miré de nuevo. Vaya, a pesar de mis precauciones para que no me vean, ese maldito señor estaba ahí de nuevo, mirándome con cara cada vez más extrañada. Empezaba a sopesar la posibilidad de ir donde él y explicarle qué demonios hacía para que dejara de mirarme. Porque me incomodaba. Serían unos quince minutos los que me hicieron esperar allí hasta darme mesa. Y unos cuantos escaneos por mi parte para ver cómo mi glucemia bajaba. Pero no me preocupaba por eso, sino por cómo aquel tipo conseguía verme en todas y cada una de las veces en las que yo intentaba conseguir una lectura frotando y frotando como Aladino su lámpara. Bueno miento, él sólo tenía que frotar una sola vez para que saliera el genio. Yo lo hacía una y otra y otra. «¡Santo Cristo! quiero un Libre 3», fue una de mis frases finales antes de sentarme en la mesa para comer (recordemos que la próxima generación del Libre es ya un MCG real sin necesidad de escaneo).

escaneo del sensor Freestyle Libre 2
Escanear el sensor en verano con poca ropa es fácil. Pero… ¿y en invierno? (imagen: Diabetes UK).

Dice el cuento de Aladino en Las Mil y Una Noches que frotando la lámpara aparecía el genio que le concedía los deseos. Y como aquel día en el restaurante, yo en invierno me recuerdo a mi mismo a Aladino frotando el teléfono en lugar de la lámpara. Pero para que me aparezca una glucemia en lugar de un genio. Sí, el sensor es muy fino y ligero, y eso es una gran ventaja. Pero en las estaciones frías y con tanto abrigo encima, yo no siento dónde está puesto. Por ello, al no saber exactamente su ubicación, rara vez acierto al llevarme el teléfono al sensor para obtener una lectura. A lo que hay que sumar que el punto de lectura de nuestro smartphone es sólo uno; donde está el chip de comunicación de campo cercano NFC. Y nunca recuerdo dónde cae en el smartphone: si arriba… si abajo… si a un lado… La conclusión es que me paso unos cuantos segundos haciendo pases por mi brazo con el teléfono, algo que a mi particularmente me da bastante vergüenza cuando hay gente delante. Desde luego, discreta no podemos decir que sea esta operación. Por tanto, ese mensaje de discreción no creo que sea la mayor virtud del Libre (que sin duda tiene muchas otras, como ya he relatado en innumerables ocasiones). Resulta curioso comprobar cómo cambia la cosa cuando en épocas de clima cálido, el ir con el sensor al descubierto te permite acertar a la primera cuando acercas el teléfono al sensor. Incluso sin mirar, llevas el teléfono al punto justo, quizá porque en parte con la mano del teléfono puedes palpar un poco el brazo y llevarlo más fácilmente a la zona exacta gracias a que tocas el sensor con tus dedos. Pero una vez empiezas a cubrirte con ropa en las épocas frías, ya no hay manera. Estoy pensando colocarme un adhesivo, una banderita. Quizá clavarme uno de esos palillos en los que te presentan pinchados los sandwich. O pintarme una gran diana roja en la prenda más exterior para ahorrar tiempo y evitar el ridículo que me produce el frotar y frotar mi móvil contra el brazo. La gente verá una bandera o una diana en mi brazo y pensará que soy de alguna secta o que simplemente soy idiota, pero al menos acertaré más rápidamente con los escaneos. Y no me pasará como ahora, que sufro esperando que llegue el correspondiente doble zumbido (porque no basta con uno) que me avisa que ya tiene la lectura. Pero lo paso y nada; no hay lectura. Luego error. Otro error. Nada. Otro pase. Otro más… hasta que por fin, la lectura sale. Y yo miro disimuladamente de reojo a mi alrededor para ver si me ha visto mucha gente. Porque en mi paranoia particular, durante esos eternos segundos pienso que todo el mundo ha ido dejando de hacer lo que hacía y empiezan a mirarme con indisimulado descaro. La música que se escuchaba de fondo en la cafetería ha dejado de sonar… el camarero ya no atiende las mesas e incluso se le ha caído la bandeja por quedarse absorto mirándome… Hasta la gente que pasa por la calle se ha parado en la cristalera del bar pegando sus narices para verme, mientras los coches se chocan en cadena en la calzada porque también se han distraído al mirarme. Sinceramente, me incomoda. Sí. Soy raro. Lo sé. Muchos diréis… menuda tontería, ya sean dos o diez segundos, a mi no me importa que me miren. Pero en cualquier caso, mi mensaje de fondo no es ese, porque es una manía personal, sino que me frustra cuando llega el invierno y no puedo acertar con el sensor a la primera en el lugar adecuado. Desde Abbott deberían organizar cursillos de adiestramiento para acertar al primer pase: «Webinar: no seas inepto; aprende a acertar a la primera con tu Libre». Yo me apuntaría mañana mismo. Quizá el asunto sea sólo una cuestión de percepción extrasensorial y yo no la tengo ¿O quizá es que soy un torpe innato? Sea como fuere, cada día más de uno se preguntará al verme: «¿Qué hace ese tipo frotando el móvil contra su brazo? Además, se ha equivocado. Menudo idiota. ¡Está limpiando el lado contrario a la pantalla!». Puedes ver mis otros episodios de «anécdotas de la diabetes» aquí y aquí.

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